LA MISA ROMANASUS ORÍGENES Y SU EVOLUCIÓN HASTA LA ACTUALIDAD (I)

La Eucaristía fue instituida por Jesús en la Última Cena, y de ello tenemos constancia a través de los Evangelios. San Pablo, en su carta a los Corintios, nos lo recuerda y confirma que se sigue celebrando después de la Resurrección y Ascensión del Señor (1 Cor 11, 23 y ss.): «Porque yo he recibido una tradición que procede del Señor, y que a mi vez os he transmitido: que el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan, y, pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo…». 

Realizar un recorrido por la historia de la misa nos lleva, en primer lugar, a discernir el significado de los dos términos “misa” y “Eucaristía”. La palabra misa proviene del término latino miserere, que significa «enviar«. El Catecismo de la Iglesia Católica, en el número 1332, afirma que «la liturgia en la que se realiza el misterio de salvación se termina con el envío de los fieles, a fin de que cumplan la voluntad de Dios en su vida cotidiana«. En cambio, Eucaristía proviene del griego y significa «acción de gracias«. Este término aparece en el Nuevo Testamento, ya que este fue escrito en griego común (koiné), que era la lengua hablada en las regiones del Mediterráneo conquistadas por el Imperio griego.

Existen muy pocas fuentes escritas sobre las primeras comunidades cristianas. Disponemos principalmente de los Hechos de los Apóstoles y de las cartas de san Pablo, que nos ofrecen las primeras indicaciones sobre cómo eran estas celebraciones.

San Pablo, durante sus viajes, enseñaba a las comunidades y, cuando lo consideraba necesario, corregía pequeños errores, dándoles orientaciones, como se lee en 1 Cor 11,34: «Lo demás lo prescribiré cuando vaya«. Sin embargo, la información sobre estas primeras celebraciones es limitada, en parte porque, hasta que el cristianismo no se convirtió en religión oficial, las persecuciones obligaron a los cristianos a reunirse en secreto.

 A pesar de todo, contamos con una fuente documental clave: la Didaché (Didakhe), conocida como «La Enseñanza de los Apóstoles», escrita a finales del siglo I y descubierta en 1873. Esta obra se ha convertido en una fuente fundamental para el conocimiento de las primeras celebraciones cristianas. En ella encontramos frases como “En cuanto al domingo del Señor, una vez reunidos, partan el pan y den gracias, después de haber confesado, para que vuestro sacrificio sea puro”. 

La primera descripción de la Eucaristía la encontramos en san Justino, quien fue martirizado en el año 165 d.C. durante el reinado de Marco Aurelio. En sus escritos podemos descubrir que, en esas celebraciones comunitarias, se incluían lecturas bíblicas (memorias de los apóstoles), Evangelio y lecturas de los profetas. También había predicación, preparación del pan y del vino mezclado con agua, oraciones de alabanza y acción de gracias ofrecidas por quien presidía, y todo concluía con un «Amén» pronunciado por los fieles reunidos. La comunión se compartía entre los presentes y se llevaba a los ausentes por medio de los diáconos. Al final, se realizaba una colecta para los necesitados. Todo esto, sin duda, es muy similar a nuestra Eucaristía.

Este artículo forma parte de la serie “LA MISA ROMANA: SUS ORÍGENES Y SU EVOLUCIÓN HASTA LA ACTUALIDAD” que irán publicándose durante los próximos meses en la web de la parroquia.