Conociendo a Juan Manuel y a Francisco

La llegada del verano y la temporada vacacional nos invita a detenernos en el frenético día a día para descansar y volver en septiembre con ilusiones renovadas. Pero la parroquia de Alpedrete no se detiene, mantiene la actividad. 

Algunos sacerdotes vienen a ayudar y acompañar a los feligreses que continúan participando de la vida de la Iglesia, pues don Guillermo y don José Manuel, aparte de unas merecidas vacaciones, se dedican a otras actividades características de los meses de estío, como ha sido en este verano acompañar a los niños y jóvenes de la parroquia en campamentos, viajes y peregrinaciones.

Este año hemos recibido a don Juan Manuel y a don Francisco que, durante los meses de junio, julio y agosto, se han turnado para atender a las parroquias de la Asunción de Alpedrete y la de Virgen del Camino de Villalba, donde está de párroco don Ignacio. 

Hace algunas semanas que nos han dejado y han partido a sus respectivos destinos, pero su cariño y dedicación a la parroquia quedan en la comunidad. 

Antes de su marcha, nos pareció una buena idea conocer un poco más de cerca a quienes hacen esa gran labor y descubrir cómo son.

Don Juan Manuel procede de la arquidiócesis de Tlalnepantla, perteneciente al área metropolitana de México. Su vida transcurría entre la familia, los amigos, la parroquia y los estudios de Ingeniería de Automoción en la universidad. Un año malo y complejo le hizo replantearse el significado de la vida, especialmente al ver el camino que algunos amigos tomaban, manteniendo una doble vida. La llamada de Dios comenzó en una convivencia vocacional a la que había acudido para aclarar sus ideas. Allí pensaba descubrir la vocación como padre de familia o la soltería –¿quién sabe?–, pero al final descubrió el sacerdocio. 

Al principio tuvo miedo, especialmente por su madre, a la que ayudaba en el sostenimiento de la familia; eso le detenía, incluso se escudaba en ello. Pese a la tristeza inicial, su madre, al escuchar su decisión le apoyó, pues “si era de Dios”, ya se arreglarían. Y así fue, Dios proveía. 

Se ordenó en México, y fue nombrado párroco y formador del seminario. Participaba en la junta de Gobierno como secretario, donde se trataban temas muy diversos, entre otros, el envío de dos sacerdotes con una beca a la Universidad de Navarra. Juan Manuel nunca creyó que la beca recaería en él, pero así fue, y llegó a Pamplona a estudiar Moral

Las complicaciones sucedieron porque fue el año de la pandemia y el primer curso lo tuvo que hacer online con el teléfono móvil, sin presencialidad y sin trato… 

Conocerlo es preguntar por sus intereses como persona, como sacerdote, qué es lo que más le gusta hacer. Juan Manuel afirma:

“A veces lo más nos gusta no debemos hacerlo, y debemos hacer lo que menos nos gusta; la Iglesia es un cuerpo y todo es importante”

Ha sido párroco y conoce bien la vida de parroquia; por eso, aunque desde siempre tuvo mucha relación con la pastoral juvenil, le gusta la Biblia, la teología y todas las actividades que una parroquia lleva consigo. A la pregunta de su momento del día preferido, afirma que “es la comida, con los amigos, con la familia, porque se ora con ellos y se comparte”

Es Franciscano Terciario y San Francisco es su santo favorito, aunque también admira a San José María Escrivá de Balaguer. Los libros de ambos santos, Camino y Las florecillas de San Francisco, son esenciales para él. Actualmente disfruta con la serie The Chosen, aunque sin duda una de las películas que más le ha impactado es la que en España recibió el nombre de Que nada nos separe.  Su texto favorito de la Biblia es del Apocalipsis  3, 20: Yo estoy junto a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos.

Don Francisco viene de Nicaragua, este ya es su tercer año en la parroquia por ello los feligreses le conocen mejor. Procede de la diócesis de Granada

Desde muy niño sintió la llamada de Jesús. Su vida transcurría entre la familia, los amigos y la actividad parroquial. Fue monaguillo y  la celebración de la misa le llamaba mucho la atención. En la parroquia participaba en la pastoral juvenil y acompañaba al sacerdote cuando acudía a visitar enfermos: para Francisco era una experiencia única ver cómo eran reconfortados y consolados. Cuando pasó a Secundaria las cosas fueron cambiando y la llamada de Dios se veía algo más lejana. Con 15 años tuvo un “chispazo”: su nuevo párroco le había invitado a una convivencia vocacional y descubrió la llamada de Dios, volvió a casa con la sensación de que en menos de un mes ingresaría en el seminario. 

Enfrentarse a la familia siendo tan joven le resultaba difícil: su madre se echó a llorar, ella decía que “lloraba de alegría”, aunque Francisco conocía sus sentimientos encontrados. Sus padres eran católicos, pero el verdadero apoyo en el crecimiento de la Fe lo había encontrado en su tía. Tiene un hermano menor y sentir la llamada de Dios es dejar un poco a la familia. Su padre siempre había afirmado que le apoyaría en el camino que quisiera recorrer y, al contarle sus intenciones de ingreso en el seminario, le dijo algo que le marcó: “Si es tu decisión la aceptamos, pero con esas cosas no se juega”. Pasó varias noches en vela discerniendo, meditando la frase de su padre y finalmente se incorporó al seminario menor.

Su camino transcurrió por diversos seminarios, dado que así su obispo lo fue decidiendo: el menor, el interdiocesano, el diocesano, el nacional y el internacional. En 2014, de forma providencial, llegó a Navarra a terminar sus estudios y en 2018 se ordenaría de diácono en la iglesia de San Nicolás en Pamplona y ese mismo año de sacerdote en Nicaragua.  Pero su vida en España no terminaría aquí, pues volvió a ser enviado de nuevo a Navarra para estudiar Derecho Canónico

En Nicaragua ya trabajaba en una parroquia y era formador del seminario y, al igual que Juan Manuel, considera que la labor más bonita de un sacerdote es la parroquial, una comunidad a la que ayudar en todos los campos. Una labor completa que exige dedicación, pues 

Ser párroco es seguir la caridad del mismo Cristo, es estar para todos”

Le preguntamos por sus gustos y los momentos más significativos del día, a lo que Francisco nos responde que  “la misa, es, sin duda el momento más importante, y el encuentro con Dios al acabar el día, y recordar la labor realizada, el trabajo cumplido”. Con respecto a la Biblia menciona el pasaje evangélico de San Lucas “en tu nombre echaré las redes”,  pues para él muestra la verdadera labor de los cristianos, y el Salmo 15 que comienza “Protégeme, Dios mío que me refugio en ti…” y que reza al terminar cada día. Afirma que le gusta Titanic, pues es un “romanticón”, aunque su película favorita es El padrecito de Cantinflas. Hablando de su gustos en libros, refiere que en un primer momento pensó ser fraile y por ello es devoto de san Francisco y sus textos, aunque fue “Historia de un Alma“, de santa Teresita de Lisieux, el libro que le marcó. 

Cómo no terminar la entrevista pidiéndoles un mensaje. 

Juan Manuel evoca a San Juan Pablo II, “no tengáis miedo”, y Francisco continúa recordándonos que hay que abrir las puertas y conocer el amor tan grande que Dios nos tiene, estar atentos a la realidad, pues Él es siempre fiel, y siempre que lo buscamos lo encontramos, nadie puede decir que ha buscado a Dios y no estaba

Finalizamos hablando de nuestra parroquia y nuestra comunidad

Se muestran sorprendidos, pues, aunque estamos en verano y no hay casi actividad, es una parroquia muy viva, como dice Francisco, “de puertas abiertas”. Ambos se han sentido acogidos, no extranjeros, acompañados por los parroquianos: la gente de Alpedrete les saluda con cariño y les hacen partícipes de su vida familiar y de comunidad.  Es una parroquia que tiene muchos feligreses en misa diaria, familias y gente joven. Comenta Francisco que habían llegado a Alpedrete a través de otro sacerdote mexicano, Miguel, que les habló de una parroquia en la sierra que necesitaba sacerdotes para el verano. Ambos creían que la sierra era una zona alejada, “quizá de misión”, pero pronto se dieron cuenta de su error.

Se muestran muy agradecidos a don Guillermo y don Ignacio por haberles acogido e invitado, al igual que a don José Manuel, con el que han convivido. 

Les despedimos con tristeza, especialmente a don Francisco, que acude a la llamada del obispo en Nicaragua, donde la situación política es muy complicada. 

Dejan en Alpedrete una comunidad que les espera para cuando quieran y en la que tienen su casa.