«Misión, visión y valores». Estas tres palabras salpican el discurso de todo tipo de mentores de negocios y de crecimiento personal. Y, en tiempos en los que nos infoxicamos de caprichos algorítmicos y algo dentro parece rebelarse ante el vacío que genera una maraña infinita de impactos digitales, pretendemos esa guía para el autoconocimiento que nos enseñe a ser más dentro para impactar mejor fuera.
Buscamos con denuedo nuestra misión en el mundo, esa razón de ser, ese propósito que hemos venido a cumplir. Pero si pensamos en ser misioneros nos abruma la imagen de quien se va a la otra punta del mundo casi con lo puesto para bajar al barro de aquellos que necesitan el aliento de Dios soplando en las manos de alguien que levante escuelas, canalice agua, cure heridas o ponga sobre la mesa un plato de comida digna.
Sí, hay 1.117 territorios de misión repartidos por todo el mundo y especialmente concentrados en África, Asia, las islas de Oceanía y Sudamérica. Pero, con ser los ‘oficiales’, no son los únicos.
En ti, que lees estas líneas, late un espíritu misionero. Una misión que consiste en ser agente transformador de cambio a través del testimonio del Evangelio.
Lo explica el Santo Padre Francisco en su mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones 2022: «En la evangelización, por tanto, el ejemplo de vida cristiana y el anuncio de Cristo van juntos; uno sirve al otro. Son dos pulmones con los que debe respirar toda comunidad para ser misionera. Este testimonio completo, coherente y gozoso de Cristo será ciertamente la fuerza de atracción para el crecimiento de la Iglesia incluso en el tercer milenio. Exhorto por tanto a todos a retomar la valentía, la franqueza, esa parresia de los primeros cristianos, para testimoniar a Cristo con palabras y obras, en cada ámbito de la vida.»
Este testimonio de Cristo en la vida cotidiana es tan sencillo –y, a la vez, tan profundo– como ser coherentes con los principios de nuestra fe. «Si te mueve Cristo, si haces las cosas porque Cristo te guía, los demás se dan cuenta fácilmente. Y tu testimonio de vida provoca admiración, y la admiración hace que otros se pregunten: “¿Cómo es posible que esto sea así?” o “¿de dónde le viene a esta persona el amor con que trata a todos, la amabilidad, el buen humor?”», explicaba Francisco con motivo del Mes Misionero 2021.
Ser testigos de Cristo es cambiar las vidas de millones de personas en todo el mundo. En Myanmar o Angola. En Senegal o Bogotá. En Filipinas o Brasil. Y también en Alpedrete. En tu oficina. En tu clase. En tu comunidad de vecinos. En ese preciso momento en el que alguien necesita saber –con palabras y con hechos– que existe una vida plena a la luz de la Fe.