Si veinte años no es nada, cuarenta lo son aún menos. Pasan demasiado aprisa cuando se transitan de la mano de un corazón pleno, abierto de par en par a la luz de Cristo.
Rosario es ese corazón. Ha sido todo para la Parroquia de la Asunción de Nuestra Señora de Alpedrete. Y ese «todo» no es una hipérbole: catequista, sacristana, vestidora de la Virgen de la Soledad, miembro del coro, hermana de Santa Quiteria y del Santísimo Sacramento y Santo Cristo, miembro del grupo de oración.
Y, por encima de todo ese «todo», Rosario ha sido amor.
Lo es, aunque ahora marche a tierras más cálidas, bañadas por ese color tan especial del Mediterráneo.
En su viaje se lleva el amor de la que siempre será su parroquia, la de Alpedrete. Y, como expresó el padre Guillermo en la Misa de Acción de Gracias por Rosario, rezaremos por ella y no la vamos a soltar.
«El cristiano no se jubila: siempre, hasta que fallezca, tiene que estar dando luz allí donde está», dijo don Guillermo. Y a buen seguro Rosario seguirá iluminando con su amor cada grano de la arena de esa playa que es su próximo destino en un viaje vital marcado siempre por el rumbo de su vocación cristiana.