¿Por qué muchos fieles no acuden al sacramento de la Reconciliación?

Hace unos días Religión en Libertad publicó un artículo sobre la confesión y las excusas que fácilmente repetimos para no acudir al sacramento de la penitencia. Monseñor Munilla en su programa de Radio María recuperó este artículo para incidir en estas disculpas sencillas y simples que solemos repetir como un “mantra” para autoconvencernos de que no necesitamos el perdón de Dios. En el artículo se exponen las razones que, según el regente de la Penitenciaría Apostólica, Mons. Krzysztof Nykiel, son más habituales para rechazar este sacramento y queremos repasar:

1-. Yo puedo “hablar directamente con Dios”. 

Según Mons Nykiel, es cierto que los fieles deben hablar directamente con Dios, pero sólo a través del sacramento de la penitencia tenemos la certeza del perdón, y sabemos que ya no serán tenidos en cuenta nuestros pecados en el día del juicio. Esa certeza es necesaria pues si sólo tenemos una suposición, una esperanza que podemos intuir después de haber hablado con Dios nunca nos habremos liberado de esos pecados. 

2.- “Porque el sacerdote es, o puede ser, más pecador que yo». 

Esto puede ser una percepción nuestra, pero si fuese cierto, no es importante.  En este caso, el ejemplo que utiliza para explicarlo es muy clarificador, si uno está enfermo no rechaza un tratamiento porque el médico que le lleva tiene también una enfermedad.   Pues igualmente la condición del sacerdote es irrelevante para para la validez de la absolución, que es realmente lo que busca el penitente, el encuentro con Dios.  

3.- “Porque siempre confieso los mismos pecados».

 En este caso Mon Nykiel afirma que es lógico puesto que suele ser un vicio con el que tenemos que luchar y que hiere nuestras almas, cometer siempre los mismos pecados lo que tiene que hacer es animarnos a acudir más frecuentemente a Dios

4.- “Porque soy buena persona que no mata a nadie”. 

Esta frase que es muy habitual, al revés nos habla del pecado de “orgullo”, pues uno se cree “justo” ante los demás. Cuanto más cerca de Dios estemos más pecadores nos sentiremos, por eso, si sentimos que ya somos “santos” es que estamos bastante alejados de Dios. Los santos siempre se sintieron grandes pecadores. Así afirma: “¿No es un intento de autojustificación que acaba por prescindir de la salvación ofrecida por Cristo? ¿No se esconde un miedo a la realidad del yo detrás de esas máscaras? ¿Estamos seguros de que la única forma de ‘matar’ es privar [a alguien de] la vida física? ¿O matamos con palabras, con indiferencia y de tantas otras formas?

5.- “Porque la última vez que lo hice no me fue bien». 

Puede que un sacerdote con el que tratamos no nos entendió o fue poco cercano, pero la pregunta es que buscamos en el sacramento de la reconciliación ¿motivación? ¿Qué olvidemos el sentimiento de culpa? Lo importante es la absolución de esos pecados, por tanto, no debe ser razón para dejar de confesarse, sino para buscar a otro sacerdote que pueda darnos una ayuda espiritual y la cercanía que necesitamos. 

Esta repuesta también la solemos utilizar cuando nos preguntan porque no acudimos a misa los domingos y que suelen ser: Tuve un problema con un sacerdote, no me gustó lo que dijo, ya fui de niño con mis padres, hay gente en la parroquia que no me “cae bien……” Estamos desvirtuando la Eucaristía que es lo importante, el sacerdote sin duda es un medio, y la comunidad un acompañamiento, pero sí por eso dejamos de acudir a misa, estamos olvidando lo importante. 

6.- «Porque no me gusta hablar de mi vida personal con otra persona».  

Monseñor Munilla en este punto refirió lo sorprendente que resultaba que en la actualidad hay programas de televisión en los que la gente cuenta su intimidad libremente y en cambio rechaza hablar con un sacerdote. Un sacerdote no es cualquier persona “sino alguien a quien Dios ha conferido su poder para perdonar en la tierra,” verbalizar los pecados no es fácil, pero es necesario y nos ayuda a sentirnos amados por Dios. 

7.- «…Porque no sé qué decir». 

Mons. Nykiel afirma que es más frecuente de lo que parece y que en este caso hay que acudir al sacerdote para que nos guíe por el camino de acercamiento a Dios y la relación que mantenemos con Él y el prójimo. 

8.- «Porque el confesionario me da claustrofobia».

Esta última incluye muchas otras frases triviales que podemos decir: vergüenza, que me vean, que me oigan, que me conozcan…  Esto puede convertirse en repetitivo y al final son sólo una excusa.  Así afirma que “el maligno nos tienta con tonterías”. Estas trivialidades con el tiempo se instalan en la persona que deja de tener una práctica regular del sacramento de la penitencia.