Un año más la parroquia de Alpedrete ha vivido su Semana Santa, inmersa en un ambiente de profunda devoción y en la que día tras día nos hemos ido sumergiendo en la esencia de nuestra fe.
Los conciertos de corales y bandas celebrados previamente en la parroquia fueron un aperitivo musical del inicio de la semana más grande.
Comenzamos con la entrada triunfal de nuestro Salvador en Jerusalén entre aclamaciones con hosannas y palmas. Pasamos el Lunes, el Martes y el Miércoles Santos contemplando y reflexionando con María, en esa invitación a la expresión de nuestro amor y gratitud a Dios con acciones de nuestro día a día. Con Pedro, su negación nos recuerda la importancia de fortalecer la fe a través de la oración y entrega sincera, y con Judas Iscariote, su comportamiento nos incita a examinar nuestra lealtad y compromiso con Dios y con los valores del Evangelio.
La conmemoración de la Última Cena del Jueves Santo, donde Jesús instituyó la Eucaristía y el Sacerdocio, se convierte en auténtica declaración de intenciones, el mandamiento del Señor sobre la caridad fraterna.
Tras el traslado y la reserva del Santísimo al Monumento, la comunidad parroquial tuvo la ocasión de acompañar al Señor, como así pidió a sus apóstoles «Mi alma está triste hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo». En la Hora Santa y distintos grupos de adoración velaron durante toda la noche.
Amaneció el Viernes Santo, lluvioso, viernes de penitencia, viernes de recogimiento, de profunda reflexión, de contemplación de Jesús crucificado por nuestra salvación.
Con la celebración durante la mañana del Vía Crucis, nos centramos en los Misterios dolorosos de Cristo, meditados, contemplados, caminando junto a Él desde el Pretorio al Calvario.
Y llegamos a la celebración de la Pasión, el altar «desnudo», recuerdo de cómo Jesús fue despojado de sus vestiduras. No se celebra Eucaristía, Cristo crucificado es el centro de la liturgia, la sagrada Comunión y el momento de la Adoración de la Santa Cruz, signo del triunfo de la donación y del amor supremo de Jesús. En este bello acto nos sumergimos en la gracia del perdón y renovamos nuestra esperanza en la vida eterna que nos promete la Resurrección.
Debido a la lluvia, El Santísimo Cristo y la Dolorosa no pudieron procesionar por las calles de Alpedrete. Este hecho no resultó ser un problema y la parroquia se volcó en acompañar al Hijo y a la Madre con el Sermón de las Siete Palabras dentro del templo. La Hermandad y la congregación, junto a un escogido repertorio de la Banda Municipal de Alpedrete fueron el mejor de los broches en el Viernes Santo.
“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”
“En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el Paraíso”
“Mujer, ahí tienes a tu hijo”. “Ahí tienes a tu madre”
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”
“Tengo sed”
“Todo está cumplido”
“Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”
Y finalmente, el Sábado, la Noche Santa, expectantes a la espera de la Vigila Pascual. La luz de Cristo rompió las tinieblas de la muerte y llega con la promesa de una vida nueva “Cristo asciende victorioso del abismo”.
La mejor forma de vivir esa luz es en comunidad, la comunidad de la parroquia de la Asunción de Nuestra Señora que durante estas fiestas ha renovado su fe y ha fortalecido su relación con Dios, y en comunidad se pone el broche a las Fiestas Pascuales con una tradicional chocolatada en hermandad.
Con el agradecimiento a todos los que, con su colaboración, han hecho posible la celebración de cada uno de los actos de la Semana Santa de la parroquia.