Qué raro escribir de ti en pasado.
Qué raro verte de espalda, marchando.
Y al mismo tiempo quedándote para siempre, porque es lo que sucede cuando el Jefe te llama y vuelves al Padre.
Es raro verte de espaldas porque siempre diste la cara. Porque fuiste tú. ¿Revolucionario? No sé. Decías que “el cristiano es revolucionarios por naturaleza”. Pero no adalid de esas revoluciones que arden por causas vacuas, sino líder de la revolución del amor.
Qué curioso: en la sociedad del placer instantáneo cerramos los ojos y ponemos barreras al amor eterno.
No hemos entendido nada.
Lo intentaste. Y conseguiste mucho. No todo, claro: para eso está la historia, para que los que te siguen tengan también tu valor y sean, en verdad, representantes de Cristo en la Tierra.
Del Dios de los pobres.
Del Dios de los marginados.
Del Dios de los que sufren.
Del Dios de los oprimidos.
De ese Dios que multiplicó panes y peces porque obró el milagro de la generosidad. De ese Dios que caminó sobre las aguas en plena tempestad porque confiaba en el Cielo, aunque estuviera lleno de rayos por momentos.
Del Dios de la alegría.
Del Dios del AMOR
Hoy, Francisco, a ese Dios que ya te abraza recuerdo tu mensaje: “Un buen cristiano no se lamenta, está siempre alegre”.
Y aunque soplen vientos amenazantes, aunque jarree fuera y aceche la escasez, te prometo mi alegría.
Al menos el intento.
Gracias, por tanto.
Texto: Noelia Jiménez G-Pecellín
Ilustración: Laura Pérez Ballesteros