San Francisco de Sales o la verdad elegante
Era Jueves Santo y la noche se hacía espesa entre ruan negro y vaivenes de incienso. El esparto, nuevo, picaba. La túnica, también a estrenar, se quedaba tiesa esperando movimientos. Los cirios aguardaban, dispuestos en cuidadosas cuadrículas, a que se fuera acercando la medianoche para encenderse y llenar de luz y calor, mucho calor, la …